miércoles, 15 de abril de 2015

Decadente.

A menudo siento la necesidad de escribir algo escueto, capaz de comprimir la existencia en un suspiro. Otra veces emborronó decenas de páginas con palabras descoordinadas que no significan nada. En ocasiones me distorsiono hasta subyacer sobre tinta caramelizada que late, y late, y late empapando el folio sobre el que duermo cada primavera. Ni yo me entiendo pero me desato y con cada arrebato un nuevo amanecer se me abre y una nueva frontera se cierne sobre mi. Sepultado pues, de mis sueños me despierto para volver a dormir.

Cada día la monotonía me nutre, me enciende para soñar las palabras que el mundo discrimina. Acaricia, toca, golpea con estímulos tan feroces que a menudo pasan desapercibidos. Aburre. Tranquiliza y anestesia de mil formas diferentes pero idénticas. Galante prohíbe la locura sin discernir quien esta cuerdo, sin discernir quien esta loco. Me escondo tras muros de plastilina sabiendo que cada golpe moldea mis defensas, creando traumas inhumanos a los que la gente se ha acostumbrado. Y es entonces cuando vuelvo a caer y me aburro. Me evado del mundo que me rodea, categorizo la prosa en versos efervescentes, en diminutas explosiones de conocimiento innato, en pedazos de emociones, en resquicios de luz capaces de iluminar las mentes mas oscuras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario