martes, 1 de diciembre de 2015

Inestable.

Y que no te de por pensar. No te salgas de la fila. Sigue viviendo rodeado de desconocidos con los que apenas te diferencias. Mira friamente a tu alrededor incapaz de verlo. Sigue apilandote en las monótonas cajas de cerillas que ensucian los paisajes. Sigue empeñándote en mirar al futuro, en tener expectativas acordes a tu intelecto, a tu físico, a tu estupidez... Sigue soñando con el dinero que pagará una casa, un coche, una persona que te aprecie. Sigue estudiando para tener ese trabajo en el que gastar el tiempo. Sigue trabajando, perdiendo una hora tras otra en busca de ese fajo de billetes que te de la felicidad. Sigue a la gente, sigue siendo uno más del montón, sigue conformándote con lo que es normal, con lo que parece mejor. Sigue la norma impuesta, manten la imagen digna y la guarda la compostura. Sé educado, simpático, agradable y miente sin reparo. Sé un hipócrita, un envidioso, uno más... Sé diferente, tan diferente como el resto.

Y me delato contraproducente... ¿Cómo sería la vida en un mundo libertino? ¿Qué sería de un mundo en el que reinase la discordancia, la completa libertad de expresión? Todo empezaría gradualmente, el cambio sería polémico y conflictivo. Las diferencias separarían a la gente, brotarían las disputas, se generarían enemigos que hoy día se mantienen latentes por conformismo. Sería la guerra, serían bandos, competiriamos por imponer nuestra forma de pensar. Volveríamos a nuestros inicios, a ser meros personajes irracionales sobreviviendo por instinto.

Y es mi opinión, una más entre tantas, otra forma de pensar, que no sobresaldrá del resto. Quizás otra mentalidad impuesta. Un resquicio de personalidad, estragos de la madurez.